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Rusia, camino de la despoblación

No hace falta buscar en regiones inaccesibles con un clima extremo la ilustración de la crisis demográfica. A algunas horas de Moscú, la región de Tver (Kalinin, entre 1931 y 1990), registró durante el último decenio más de dos muertes por cada nacimiento. Según los primeros resultados del censo de población de otoño de 2010, esta región no cuenta más que con 1,32 millones de habitantes. En 20 años ha perdido el 18% de su población, es decir, más de 300.000 personas.

En el tren regional (elektrichka) proveniente de Moscú, mujeres mayores y solas se suceden para vender precipitadamente algunos utensilios de cocina y completar así su escasa pensión. Sobre el cauce congelado del Volga, numerosos pescadores cavan hoyos en el hielo. Y desafían al frío, y no por folklore… La armonía de colores sacada de pueblos de isbas contrasta con la austeridad de líneas de hormigón que rodean la capital. Pero la mayor parte de estas casas de madera están vacías desde hace tiempo: “La mitad de los 9.500 pueblos de la región, tienen menos de diez habitantes permanentes", indica Anna Tchukina, geógrafa de la facultad de Tver. [1]

Los hombres de Tver mueren más jóvenes que los haitianos

Desde el derrumbe de la Unión Soviética, a finales de 1991, Rusia ha perdido cerca de 6 millones de habitantes. El regreso de los rusos antes instalados en las "repúblicas hermanas" y un saldo migratorio positivo, no han podido limitar los efectos de un saldo natural muy negativo. En un gran territorio como dos veces Canadá o China (treinta veces Francia), Rusia no cuenta más que con 142,9 millones de habitantes [2]: “Su mayor pobreza, es su escasa población en un territorio inmenso”, confirma Anatoli Vichnevski, director del Instituto de Demografía de la universidad estatal de Moscú.

En su discurso anual a la Duma, el 10 de mayo de 2006, en antiguo presidente Vladimir Putin ascendía a la demografía al rango de “problema más agudo” del país, y fijaba tres prioridades: “Primeramente, debemos reducir la mortalidad. Después, necesitamos una política de inmigración adecuada. Y por último, es preciso aumentar nuestra tasa de natalidad”. Ante la relativa dejadez de la población, los medios de comunicación y los dirigentes insisten en la natalidad —punto de acuerdo— y no apuntan a las contradicciones de una nueva Rusia altamente injusta.

“Su mayor pobreza [de Rusia], es su escasa población en un territorio inmenso”

Incluso en pleno invierno, en las nevadas calles peatonales de Tver o a orillas del Volga se puede uno cruzar con numerosos cochecitos de bebé, a ruedas… o sobre patines. En su despacho del departamento de sanidad, la responsable de la protección a la infancia es optimista: “Vemos cada vez más familias con dos o tres niños. Desde hace cuatro o cinco años, la natalidad ha dejado de disminuir. La economía va mejor. El Estado y la región los ayudan”.

La nueva política de natalidad del gobierno no ha podido sino evocar la exaltación de la "familia socialista«de la época soviética. El»capital maternal" (leer en el recuadro) permite reservar lo esencial de las ayudas a los padres de familias numerosas. En apariencia, esto ha dado sus frutos puesto que el número de nacimientos ha aumentado desde 2007. La tasa de natalidad, que había caído al 8,6‰ (niños por cada mil habitantes) en 1999, subió al 12,6‰ en 2010. Durante el mismo periodo, el índice sintético de fecundidad pasó de 1,16 niños por mujer a 1,53.

Un “capital maternal” a partir del segundo niño

El subsidio federal bautizado como “capital maternal” (materinskogo kapitala o matkapitala) es la medida estrella del plan de apoyo a las familias, a las madres y a los niños, lanzado en mayo de 2006 por Vladimir Putin, entonces Presidente. Elevada el 1 de enero de 2011 a 365.000 rublos (9.200 euros), es decir, 18 meses de salario medio, esta cantidad se destina a todo nacimiento o adopción a partir del segundo niño. Los padres no pueden utilizarla más que a partir del tercer aniversario de su primogénito y sólo para algunos gastos: educación, plan de pensiones de la madre, material para la construcción o renovación de la vivienda principal por propios medios. Sin embargo, en caso de necesidad, los padres pueden desbloquear de manera inmediata 12.000 rublos (300 euros).

Desde la crisis financiera de 2008, este capital también puede servir para devolver un préstamo, sea cual sea la edad del niño. El "matkapital" es muy popular, particularmente en las zonas rurales, donde significa una ayuda considerable, aunque los padres lamentan la falta de flexibilidad en su uso.

La mayor parte de las madres cogen también el permiso paternal pagado por la Seguridad Social durante 18 meses. Su indemnización está garantizada por el Estado hasta el 40% del salario anterior, con un techo de 13.800 rublos (350 euros). Pueden prolongar el periodo durante 18 meses, sin indemnización, pero sin perder los derechos de jubilación. El permiso parental se ha abierto desde hace poco a los padres, sobre todo a las “babuchkas”, las abuelas. El papel tradicional de éstas en la educación de los niños sigue siendo importante: la escuela no comienza más que a partir de los siete años y las plazas en las guarderías es una de las mayores preocupaciones de los futuros padres.

Estos dispositivos federales pueden ser completados con programas regionales. La región de Ulianovsk, por ejemplo, ha acordado una ayuda de 100.000 rublos (2.500 euros) a mujeres menores de 35 años por su tercer hijo. En Tver, las mujeres que prolongan su permiso paternal hasta tres años tienen derecho, igualmente, a cursos de reciclaje profesional.

Sin embargo, los demógrafos siguen escépticos. La mayoría de las veces las incitaciones financieras no han hecho más que avanzar los planes de concepción. Así, la política de natalidad de Mihail Gorbachov, a fin de los años 80 permitió, en primer lugar, un aumento de la fecundidad, antes de un declive más marcado. A largo plazo, la natalidad evoluciona en Rusia como en la mayor parte de los países industrializados. Con la revolución cultural del control de natalidad, el índice sintético de fecundidad cayó bajo el umbral de renovación de generaciones desde mediados de los años 1960. La única diferencia con Occidente, la débil difusión de los métodos anticonceptivos: las autoridades vislumbran la desconfianza frente a la píldora y las mujeres han recurrido masivamente al aborto. Autorizado a partir de 1920, prohibido por Josif Stalin en 1936, fue nuevamente legalizado a partir de 1955, las estadísticas permanecen secretas hasta 1986. Sin embargo, se estima que la Federación Rusa registró hasta 5,4 millones de interrupciones voluntarias de embarazo (IVE) en 1965. Se contaron más de cuatro IVE por mujer hasta mediados de los años 1970. Hizo falta esperar al fin de la URSS para una difusión más amplia de la anticoncepción. Después de 2007, el número de abortos es inferior al de nacimientos y continúa disminuyendo (1,29 millones en 2009).

Si la débil natalidad de Rusia apenas desentona con Europa, la mortalidad, muy elevada —en particular en los hombres—, representa un caso especial. Con una esperanza de vida al nacer de 62,7 años en 2009 (74,6 para las mujeres), los hombres rusos son los que más mala suerte tienen del continente y están muy por debajo de la media mundial (66,9 años en 2008). Mientras que los occidentales han ganado una decena de años de esperanza de vida desde mitad de los años de 1960, los rusos nunca han vuelto a encontrar su nivel… ¡de 1964!

En Tver, todos los interlocutores prefieren refugiarse tras el éxodo de los jóvenes hacia la capital, a menos de doscientos kilómetros de distancia, para explicar la caída de la población. Es verdad que los más emprendedores toman el camino de Moscú o San Petersburgo para encontrar un mejor salario y un trabajo más interesante. Pero esta marcha es ampliamente compensada por la inmigración proveniente de otras regiones y de Asia central. La razón principal del declive en la región es más bien la mortalidad masculina, con una esperanza de vida de los hombres (58,3 años en 2008) inferior a la de Benin o Haití. [3]

“Los hombres rusos son los que más mala suerte tienen del continente y [su esperanza de vida] están muy por debajo de la media mundial (66,9 años en 2008).”

En los años 1950, Rusia hizo muy rápidos progresos en materia de lucha contra las enfermedades infecciosas. Gracias al control sanitario, a la vacunación y a los antibióticos, los países comunistas, a la llegada de Leonidas Brezhnev en 1964, casi recuperaron el retraso sobre los países occidentales. Pero, después, la diferencia no ha cesado de ahondarse, hasta el punto de ser más marcada que al comienzo del siglo XX… Un sistema de salud pública no fue una prioridad para el régimen soviético, metido en un periodo de estancamiento económico. Se mostró muy poco eficaz contra las afecciones modernas como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares. La planificación condujo a desarrollar la cantidad más que la calidad de los servicios, y los medios asignados a la modernización de las instalaciones o a la valoración de las profesiones médicas resultaron insuficientes. El poder soviético se mostró igualmente incapaz de responsabilizar a los individuos en cuanto a su higiene de vida.

El regreso del Estado ha permitido importantes progresos

Después del desplome de la Unión Soviética, entre 1991 y 1994, los rusos perdieron casi siete años de esperanza de vida. Si el alza de la mortalidad afectó a la totalidad de los antiguos países comunistas, se reveló más brutal y más duradera a medida que se avanza hacia el Este. Esta evolución no se puede explicar sin volver al caos de la época Yeltsin (1991-1999). “La población sufrió un choque que no es comparable más que al que la población soviética sufrió en 1928 y 1934”, valora Jacques Sapir [4], que hace referencia a la gran hambruna de Ucrania. En 1998, el Producto Interior Bruto (PIB) no representaba más que el 60% del de 1991: el nivel de las inversiones alcanzó menos del 30%. La Rusia capitalista no encontró más que a final de los años 2000 una renta equivalente a la del fin de la Rusia soviética. [5]

Es el periodo de depredación de los bienes públicos y de pillaje de los recursos naturales en provecho de un pequeño puñado de privilegiados, la mayoría de las veces salidos de la antigua nomenclatura. Las elecciones de los primeros dirigentes, aconsejados por occidentales — entre ellos el americano Jeffrey Sachs o los franceses Daniel Cohen y Christian de Boissieu (Presidente del Consejo Económico) — hicieron de Rusia el país de Europa donde son mayores las desigualdades y de entre las más elevadas del mundo.

“Las elecciones de los primeros dirigentes, aconsejados por occidentales — entre ellos el americano Jeffrey Sachs — hicieron de Rusia el país de Europa donde son mayores las desigualdades y de entre las más elevadas del mundo”.

Este deterioro vino acompañado de un desbordamiento de las muertes violentas. Actualmente, la tasa de suicidios entre los hombres se sitúa en la segunda posición mundial, en tanto que la tasa de mortalidad en carretera (33.000 muertos al año) es la más elevada de Europa, igual que la tasa de homicidios [6]. Despistados, convertidos en temerosos, los rusos también han perdido su “capital social”, sus redes de relaciones. Rusia es, entre los países del mundo, donde se encuentran menos miembros activos en asociaciones. Es verdad incluso en materia de deportes, explica Anna Piunnova, periodista para una web dedicada a al montañismo: “Con excepción de la clase privilegiada, los rusos ya no se preocupan de su condición física. Rusia está bien situada en las competiciones por el hecho de su política elitista de selección precoz, pero ya no hay deporte de masas”.

En el Lejano Oriente, una lucha permanente contra el vacío

El vodka sigue siendo el problema número uno de la sanidad pública. Después de las restricciones impuestas bajo Mihail Gorbachov, el consumo se ha recuperado más y mejor en los años 1990. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de un hombre de cada cinco muere por causas relacionadas con el alcohol (uno de dieciséis, de media, a escala mundial). Rusia es el país de Europa donde se ingiere los alcoholes más fuertes y en proporciones que sobrepasan muy a menudo la embriaguez.

Para comprender el choque de clases en la nueva Rusia, basta con llegar a Moscú por el Spasan (“Halcón peregrino”), el nuevo tren de alta velocidad ruso. Mientras la plebe se hacina en los deteriorados vagones del “elektrichka”, los “nuevos rusos” teclean confortablemente en sus tabletas digitales rodando a 250 km/h. Para ganar treinta minutos sobre el trayecto, ¡hay que poder pagar seis veces más caro! Mientras esta nueva nomenclatura pasaba sus vacaciones en la Costa Azul o a las orillas del mar Negro, el episodio de la canícula del verano de 2010 en el distrito de Moscú y en el Sur, demostró la ineficacia del sistema de sanidad pública, con un excedente de 55.000 fallecidos en relación al verano anterior.

“Mientras la plebe se hacina en los deteriorados vagones del “elektrichka”, los “nuevos rusos” teclean confortablemente en sus tabletas digitales rodando a 250 km/h.”

En el dominio de la educación y de la salud, los "nuevos rusos” recurren a costosos servicios privados y de calidad, mientras que la gran mayoría debe contentarse con el sector público, muy degradado. En la clasificación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) según el índice de salud, la Federación Rusa no alcanzaba más que el puesto 122, con un índice inferior al del nivel de 1970.

Reemplazando el sistema estatal centralizado por un seguro de enfermedad obligatorio, financiado por cotizaciones salariales, la reforma sanitaria de 1993 debía remediar la falta de financiación crónica y el derroche. La introducción de una descentralización no controlada y la competencia entre compañías de seguros privadas se revelaron ineficaces y costosas. Para responder a los desafíos sanitarios del mundo moderno, los países industriales aumentaron sus gastos públicos y privados: sobrepasan el 10% del PIB en la mayor parte de los países industrializados (el 11% en Francia, el 16% en los EE UU). Muy débiles ya en la Rusia de antes de 1991, cayeron al 2,7% del PIB en 2000, antes de remontar al 4,5% en 2010 [7].

La recuperación económica de los últimos años y el regreso del Estado han permitido, sin embargo, que ocurran progresos. Gracias a programas específicos pretendiendo instaurar una mejor cobertura territorial para cuidados cardíacos o servicios de urgencia en carretera, las enfermedades cardiovasculares y los fallecimientos tras un accidente en carretera han comenzado a retroceder. La mortalidad infantil se ha dividido por dos en 15 años y ha alcanzado el nivel de los países occidentales (7,5‰ en 2010). En Tver, el centro perinatal ya está suficientemente equipado y un centro cardiovascular está en construcción, estando previstos otros cinco para la región.

La política de sanidad pública ha tomado, actualmente, el aspecto esperado hace tiempo. Desde enero de 2011 se ha puesto en marcha un ajuste sustancial, pues las cotizaciones por enfermedad han pasado del 3,1% al 5,1% del salario: “Esta medida debería permitir obtener 460 mil millones de rublos [11,5 mil millones de euros] para el fondo nacional del seguro de enfermedad. Estas cantidades serán destinadas, en primer lugar, a la rehabilitación y a la informatización de los centros de salud, y luego a elevar los estándares de los servicios de médicos”, explica Sofía Malyávina, asesora principal del ministro federal de Sanidad. Con la creación de 500 centros de primeros diagnósticos, se llevará a cabo un cambio determinante. En realidad, los rusos van a poder elegir su médico, sin tener por ello que gastar una fortuna.

En lo que se refiere a la prevención, sigue abierta una enorme labor. Se ha revalorizado la medicina del trabajo. Un pasaporte sanitario permite a los adolescentes hacerse, regularmente, un chequeo médico completo. Unas “escuelas sanitarias” proporcionan recomendaciones a las personas mayores. Signo de un cambio de enfoque: Moscú acogió, a finales de abril de 2011, la primera conferencia ministerial mundial sobre “los modos de vida sanos y la lucha contra las enfermedades no transmisibles”. A pesar de la multiplicación de los programas, sin embargo no se ve con claridad cómo podría mejorarse la sanidad pública sin una evolución de las condiciones sociales: ahora bien, la reducción de las desigualdades con el apoyo a los más necesitados (personas solas, pensionistas, campesinos) y una política fiscal más redistributiva no parecen estar en el orden del día.

“La reducción de las desigualdades con el apoyo a los más necesitados y una política fiscal más redistributiva no parecen estar en el orden del día.”

A excepción de algunas regiones petrolíferas de Siberia occidental y Moscú, que ostenta sus ambiciones de “metrópoli mundial” y ha ganado más de 1,5 millones de habitantes en 20 años (11,4 millones en el último censo de población), el distrito que ve crecer su población de manera más importante es el del Sur. Los pueblos montañosos del Cáucaso del Norte, que tanto asustan a los rusos desde las guerras de Chechenia, son también los que tienen más niños.

El eterno desafío del desarrollo del espacio ruso tropieza con la necesidad de no quedarse en una economía de renta petrolífera. El progresivo abandono de las ambiciones industriales por el de la única explotación del subsuelo, ahonda las desigualdades entre las regiones ricas en recursos naturales y las otras. Situada al norte del círculo polar, la región de Murmansk, por ejemplo, ha perdido la cuarta parte de su población en 20 años. La de Magadam, marcada para siempre por los gulags de Kolimá, no alberga más que la tercera parte de su población de la época soviética. En un territorio más amplio que la Unión Europea, el Lejano Oriente no tiene más que 6,4 millones de habitantes (- 20%) y ve agravarse su "lucha permanente contra el vacío" [8]. La densidad de población del lugar no representa más que una centésima parte de la de su vecino chino.

El destino de las “monograd”, ciudades monoindustriales, permanecen, de igual manera, en el aire. Responder a la contaminación y a las fundiciones de cobre de Karabach, de los altos hornos de Magnitogorsk o a decenas de ciudades parecidas, exigiría inversiones colosales, a tal punto que regularmente se evoca la “deslocalización en masa de parados [9] hacia ciudades más diversificadas o a las metrópolis regionales.

El problema de la inmigración está marcado por la ambigüedad del poder que intenta responder al desafío demográfico haciendo halagos, mientras tanto, a una opinión envuelta en un nacionalismo étnico en un contexto de crecimiento de la xenofobia. Así, el primer ministro, Vladimir Putin, exalta el regreso de los "compatriotas" y de una inmigración escogida, “educada y respetuosa con las leyes". Sin embargo, hace tiempo que se agotaron los depósitos de “pies-rojos”: los rusos instalados en las antiguas repúblicas soviéticas vecinas que querían “repatriarse” ya lo hicieron antes de 1990. Los voluntarios provienen, en primer lugar, de las desheredadas regiones del Asia central (Uzbekistán, Kazajastán, Tazhikistán) y del Cáucaso. La mayoría de las veces trabajan en la construcción o en el mantenimiento de carreteras, en condiciones difíciles.

Rusia ha sido siempre multicultural”, dice Aleksandr Verzhovski, del centro Sova, que estudia las derivas xenófobas. "En la URSS se compartía una ciudadanía, así como una lengua y una formación. Hoy, los emigrantes, incluso los que llegan de las repúblicas rusas, están cada vez más alejados de la sociedad rusa. El miedo hace que todos los que no tienen aspecto ruso, sean percibidos como extraterrestres". La hipocresía alcanza el colmo con la inmigración clandestina. Ésta es objeto de unánimes denuncias sin que se haga nada para atacar los centros de explotación, ni para poner en marcha un programa de integración digno de ese nombre.

La sociedad rusa no parece prestarse a lanzar una política de inmigración ambiciosa. La inercia de los fenómenos demográficos es, sin embargo, tal que no se podrá invertir su evolución ni contentarse con atenuarla; deberá considerar, también, medidas de adaptación a una despoblación endógena, en gran parte irreversible. [strong]

[1Aleksandr Tkatchenko, Lydia Bogdanova y Anna Tchukina, Problemas demográficos de la región de Tver (en ruso), Facultad de Geografía de Tver, 2010.

[2Resultados preliminares del último censo de población de octubre de 2010. Los otros datos sobre población provienen de anuarios demográficos de Rusia y del Servicio Federal de Estadísticas, Rosstat.

[3Indicadores del Banco Mundial, 2008.

[4Jacques Sapir, Le Chaos russe, La Découverte, Paris, 1996.

[5Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), UNdata.

[6OMS, 2009 y European Sourcebook of Crime and Criminal Justice Statistics, 4ª edición, Boom Juridische uitgevers, La Haya, 2010.

[7Anuario estadístico de la Sanidad Pública en Rusia, 2007, y Ministerio de Sanidad, febrero de 2011.

[8Cédric Gras y Viacheslav Shvedov, «Extrême-Orient russe, une incessante (re)conquête économique», Hérodote, nº 138, París, agosto 2010.

[9Moscow Times, 17 de marzo de 2010.

[strongArtículo original: La Russie en voie de dépeuplement. Philippe Descamps. Le Monde Diplomatique, junio de 2011 (versión impresa, en francés).
Traducción: Ventana a Rusia.