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«Nuestra colección no tiene precio»

"La amenaza de las casas de campo" pende sobre toda la red de hipotecadas estaciones experimentales Vavilov. Por qué el Instituto Ruso de Investigaciones Científicas de Horticultura Vavilov (VIR) no es capaz de oponerse a esta barbarie, lo explica el subdirector del Instituto, Serguéi Aleksanián.

— Serguéi Migranovich, no es el primer centro experimental Vavilov que pierde vuestro instituto. El campo Mijnevo bajo amenaza en Moskovskoi oblast, en los terrenos frutícolas de agrios del Instituto en Sochi está en marcha el arranque de la colección de árboles frutales y de té. ¿No nos olvidamos de nada?

— A la cola, Astraján y Volgograd, allí también las chalets acosan a la genética. Pero, en realidad, todo esto, son repercusiones del escándalo de Pavlovsk: ¡si aquí escogen, más allá no se cohíben!

— ¿Acaso los funcionarios regionales tienen derecho de atentar contra las subdivisiones estructurales del Instituto?

— En este preciso momento, las 12 estaciones experimentales Vavilov que quedaron en Rusia tras la desintegración de la URSS, no aparecen con nuestras subdivisiones estructurales. Son jurídicamente independientes y están incluidos, como nosotros, en la estructura de la Academia Rusa de Ciencias Agrícolas. Nuestro instituto dirige el trabajo de investigación científica en los centros y supervisa sus propias colecciones campestres.

El Instituto de Horticultura Vavilov

El centro experimental de Pavlovsk, Instituto de Horticultura Vavilov, fue fundado por Nikolái Ivánovich Vavilov en 1926, a 45 kilómetros de Leningrado (actualmente San Petersburgo) con el objetivo del estudio, en la región noroeste, de cultivos de hierbas vivaces, crufíceras, tubérculos y de cultivos de frutales.

Hoy, en el Instituto se conservan en forma viva y se estudian, colecciones de frutales y cultivos de bayas, así como hierbas vivaces para forraje (5.610 especies).

— ¿No le parece a usted que tal modelo es arriesgado en época del mercado? Los centros económicos independientes pueden menospreciar todas las indicaciones de científicos supervisores, labrar sus parcelas piloto y producir productos alimenticios para su venta…

— Claro está que ahora no son los tiempos soviéticos, cuando Vavilov podía organizar la red de estaciones experimentales y traer material genético del extranjero, sin pensar en formalismos. Lo importante era encontrar esa zona ecológica y climática donde estas plantas pudieran aclimatarse. En el terreno seleccionado se creaba un huerto o un campo labrado y allí empezaban a trabajar juntos científicos locales y leningradenses. Hasta la guerra, la red de centros era mucho más amplia, después se formó el sistema en el que hubo 19 centros bajo nuestra dirección. No surgieron problemas ni con los territorios ni con las finanzas, todo lo dirigía la Academia Soviética Lenin de Ciencias Agrícolas.

Cuando la Unión Soviética se desmoronó, seis centros experimentales pasaron a las repúblicas en las que se encontraban. Al centro de Abjazia, el único en el subtrópico, le sucedió el destino más triste. Su material de colección fue prácticamente destruido a principios de los años 90, durante la guerra con Georgia.

— ¿Se comieron la colección?

— No. La bombardearon. Una pequeña parte logró trasladarse a Adler, al Instituto de Innovación Científica de floricultura y cultura subtropical.

— ¿Acaso es esto una garantía?

¿Qué sentido tiene arriesgarse y perder estos enormes recursos? ¿Para que algunos nuevos ricos puedan deleitarse con las bellezas de este terreno escarpado?

— Desgraciadamente, cada uno de los 12 centros rusos Vavilov tiene hoy problemas. Y el de las excavadoras no es el más terrible. Es el caso de una financiación inadecuada con respecto al objetivo general de conservación de un fondo genético y de biodiversidad. Por algo, los colectivos de dos centros decidieron rechazar la independencia jurídica y convertirse en filiales del Instituto de Horticultura Vavilov.

— ¿Pero no es éste el caso del centro experimental en Pavlovsk, tras el que hay ahora todo este escándalo?

— Los dirigentes del centro de Pavlovsk no quisieron perder su independencia jurídica, pero ahora la auténtica amenaza es la pérdida del centro como tal. Y esto es la principal desgracia: en el terreno expropiado se encuentra el 95 por ciento de la colección del Instituto. En general, el centro de Pavlovsk es el más importante banco genético agrícola de la región norte, en la que entran Dinamarca, Suecia y la Alaska canadiense. En Europa no existe en absoluto tan amplia colección agrícola, y en el mundo ocupamos el segundo, en último caso, el tercer lugar. Aquí se estudian cada año y se reproducen cerca de 5.000 muestras de cultivos, que componen el fundamento de la base forrajera de la zona de las Tierras no negras de Rusia, aquí se cultivan más de 25 especies de árboles frutales y de cultivos de bayas. Son los manzanos, los perales, los ciruelos, el cerezo, el guindo, el serbal, el amelanchier, el grosellero, la grosella espinosa europea, la madreselva…

Fedor Mijovich.

Es útil hacer entender a los funcionarios que si la semilla se puede conservar en paquetitos de papel dentro de cámaras frigoríficas, no recolectarás esa colección agrícola en el frigorífico. Un banco de semillas de una colección agrícola viva se conserva en los campos y en las huertas. Y esas semillas y granos que se guardan en frigoríficos hace falta volverlas a sembrar y obtener material genético fresco. Los cereales se vuelven a sembrar cada 10-15 años, los olivos más frecuentemente, de 3 a 5 años.

— ¿Pero por qué no es posible trasladar, mover, el centro de Pavlovsk. Digamos labrar las tierras abandonadas en la vecina región de Gatchisk e instalar allí todo este valioso material genético?

— Es que escogí el lugar para este centro Vavilov no sin razón, teniendo en cuenta la geografía, el clima, el terreno. Comprenda que es posible trasladar el material de la colección de semillas: escoger un trozo de tierra vecino apto para su fertilización, labrar y sembrar. ¿Pero cómo trasladar viejos manzanos, perales, plantaciones de madreselvas con matas de cincuenta años? ¿Y para qué? Porque con el traslado las plantas pueden morir, no aclimatarse. ¿Qué sentido tiene arriesgarse y perder estos enormes recursos? ¿Para que algunos nuevos ricos puedan deleitarse con las bellezas de este terreno escarpado? Le aseguro que el precio de compra de la tierra por los inversores no superará el desembolso del Estado en el traslado de las huertas del Instituto. Y no hablo de los costes de reputación del país.

— ¿Qué sucedió para que usted no rectificara el proyecto del nuevo plan general de la ciudad si hace dos años sus huertas en Pavlovsk se encontraban en el área de construcción de viviendas de pocos pisos?

— Cuando se discutió el proyecto del plan general, no nos podíamos imaginar que los funcionarios trasladarían los antiguos huertos científicos a una zona residencial en construcción. Si hubiéramos participado en las audiencias del proyecto, entonces hubiéramos introducido nuestras correcciones, pero nadie nos avisó de las audiencias, las llevaron como una operación secreta. Arrastraron la ley con irregularidades y ahora dicen: sean cumplidores de las leyes. En aquel momento, cuando se discutió el plan general, nuestro Instituto adelantó su proyecto serio: deberíamos recibir el estatus de Centro Nacional de Genética con recursos de Rusia. ¡Y he aquí la desgracia, cómo lo íbamos a esperar, cuando hace un año que la ONU declaró el Año de la Diversidad Biológica! Recuerdo que en 1995 Rusia firmó el correspondiente convenio, tomando consigo aquella misma responsabilidad para la conservación de los recursos biológicos, ante todo los suyos.

— ¿Quiere usted decir que, porque aquí está la colección de Vavilov, Rusia tiene una responsabilidad especial?

— ¡Precisamente! Todo el mundo conoce esta colección, porque Vavilov, principalmente, se pensó para recoger material genético según un particular sistema científico. A diferencia de los americanos, que amontonan todo sin hacer diferencia, sabe exactamente dónde y qué hace falta recoger. Gracias a su teoría del origen de los cultivos vegetales, gracias a su teoría de las series homológicas, realizó expediciones orientadas a un fin.

Pero en los últimos tiempos, los acontecimientos en torno al patrimonio nacional de Vavilov, con el que todos estamos tan orgullosos, se desarrollan de manera paradójica. Al principio, el Presidente de la Federación Rusa, Dimitri Medvédev, en el fórum cerealista mundial subrayó de una forma especial que en Petersburgo se conserva un banco genético de cultivos vegetales. Después, en noviembre de 2009, la ministra de Agricultura, Elena Skrynnik, en la cumbre alimentaria mundial declaró que en la lucha contra el hambre, estamos dispuestos a compartir con el mundo las muestras de la colección de Vavilov. Pero llegó diciembre y recibimos la carta de la suerte que dice ¡Lárguense de aquí! Resulta que: los altos dirigentes desde la tribuna dicen una cosa, pero otros, más abajo, pero también funcionarios federales, destruyen bajo cuerda el inapreciable material genético.

— Corrió el rumor de que científicos extranjeros están dispuestos a comprar la colección de Pavlovsk…

Hace tres años unos alemanes encontraron en nuestra base de datos dos muestras de lentejas que buscaban por todo el mundo.
Se emocionaron hasta llorar por este descubrimiento.

— Es posible. También me llamaron del extranjero colegas que habían visto en la web de nuestro instituto la información de que dos parcelas en Pavlovsk habían salido a subasta por 92 millones. Preguntaron: ¿Y puede el Instituto de Horticultura Vavilov comprar estas parcelas? Respondí bromeando, dije, ¡desde luego puede, pero es un dinero excesivo! Volvieron a llamar al día siguiente y me comunicaron con alegría: uno de los fondos internacionales está dispuesto a participar en la subasta y comprar este terreno para el Instituto de Horticultura Vavilov. Es decir, que la sociedad mundial de genetistas y de conservación de bancos genéticos está dispuesta, sin pensárselo dos veces, a ayudarnos, a rescatarnos de nuestros nuevos ricos. Pero, desgraciadamente, su noble impulso no ayuda a nuestra desgracia: la ley ordena al comprador de los terrenos utilizarlos sólo para fines urbanísticos. Si a los cinco años allí no aparecieran vías de comunicación, cimientos, si no se presentara un plan de desarrollo, confiscarían la parcela y la volverían a vender. En otras palabras, después de las subastas de tierras de otoño, las excavadoras destruirán nuestras huertas, y esto, me temo, de forma irremediable.

— ¿Es posible valorar el riesgo que corre Rusia? ¿Existen estimaciones metódicas de los bancos genéticos de plantas?

— No, porque una especie antigua o una variedad salvaje, cogida de la naturaleza, no pueden tener precio. Si alguien las valora y dice el precio, entonces esa cifra la sacará de su propia cosecha. Casualmente, no siempre se ha tenido en cuenta que para el progreso de la selección hace falta intercambiar muestras de forma gratuita. Precisamente, cuando los americanos recibieron, a principios del siglo XX, la primera patente a plantas con nuevas cualidades, lo importante para ellos fue establecer un mecanismo de selección en la estructura comercial. Y se extiende a los bancos genéticos: al banco genético todo esto le da igual, como la arcilla en la cantera, que nadie sabe lo que resultará de ella en manos del escultor: o bien una obra de arte o bien un disparate. Porque el 90 por ciento de los bancos genéticos del mundo están dentro de un presupuesto financiero, que su misión no es ganar sino conservar el material y pasarlo a otros para la creación de nuevas plantas. Pero ya un centro de selección, creando de este material una obra maestra y vendiéndola, devuelve impuestos al Tesoro Público.

Ahora todos los bancos genéticos de todos los países están digitalizados y existe acceso a ellos. Hace tres años, por ejemplo, unos alemanes encontraron en nuestra base de datos dos muestras de lentejas que buscaban por todo el mundo. A finales del siglo XIX, esa lenteja era un producto básico de la alimentación de sus antepasados, pero después nuevos cultivos la sustituyeron. Los alemanes vinieron con una delegación completa a por un paquetito de semillas: granjeros, autoridades agrícolas, el embajador de Alemania en Rusia. Se emocionaron hasta llorar por este descubrimiento y se propusieron restaurar la producción de granos, de cerveza y de otros productos de este cultivo. Es lo correcto: los fermentos, las vitaminas, las proteínas y los hidratos de carbono de las plantas de determinadas regiones son más beneficiosas para la salud que crezcan y vivan allí con las personas. Y en este sentido, la colección de Vavilov es inapreciable, no porque no valga nada o, al contrario, porque valga muchísimo. Es inapreciable porque es un patrimonio cultural mundial. Y usted nunca sabrá que exigirá la población dentro de determinados años, bajo la influencia del cambio climático o de cualquier otro factor. [strong]