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De Maidán a Minsk, un país hundido

Ucrania, entre la guerra y la paz

«La caída del cerco de Delbáltsevo arruina las esperanzas de reconquista militar contra los insurgentes en Donbás. Tras un año de decepciones, los dirigentes ucranios han tenido que aceptar los nuevos acuerdos de Minsk. Pero la perspectiva de una solución política duradera, apoyándose en el respeto de las minorías y en un diálogo con Moscú, parece lejano» [L’Ukraine entre guerre et paix, Le Monde diplomatique, marzo de 2015].

Mientras que la guerra en Ucrania oriental volvía a tomar un carácter ofensivo en enero, los segundos acuerdos de Minsk aparecían el fruto de los esfuerzos diplomáticos abordados in extremis. Hizo falta toda la influencia de la pareja franco-alemana para ofrecer una nueva oportunidad a la paz. La evocación por Washington, a principios de febrero, de una posible entrega de armas sofisticadas a los ucranios, llevó a París y a Berlín a lanzar una iniciativa al más alto nivel con el fin de descartar un riesgo de escalada militar con Rusia.

Cerca de 16 horas de negociación fueron necesarias a los representantes del «formato Normandía» [1] —el presidente francés, François Hollande, la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente ucranio, Piotor Poroshenko y el presidente, de Rusia Vladímir Putin— reunidos el 12 de febrero en la capital bielorrusa para alcanzar un compromiso. Conteniendo 13 puntos así como una nota adicional, los acuerdos de Minsk 2 son, en el fondo, similares a los de Minsk 1 firmados el 5 de septiembre de 2014 por los responsables de Rusia, Ucrania y las autoproclamadas repúblicas. [2]

A los europeos les ha costado renovar con Rusia un diálogo descuidado hace mucho tiempo. Las dificultades de hoy extraen su raíz en una ausencia prolongada de coordinación frente a los problemas planteados por los países de su «vecindad compartida» (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia, Ucrania), que la crisis ucrania no ha hecho más que profundizar. En mayo de 2009, la Unión Europea lanzó su cooperación oriental a iniciativa de Polonia y Suecia, dos Estados que conservan unas históricas espinosas relaciones con Rusia.

En mayo de 2009, la Unión Europea lanzó su cooperación oriental a iniciativa de Polonia y Suecia, dos Estados que conservan unas históricas espinosas relaciones con Rusia.

Esta cooperación debía llevar, en un plazo indeterminado, al establecimiento de una zona de librecambio a finales de 2015 [3] excluyendo cualquier otro acuerdo con Moscú que compartía, sin embargo, con estos Estados un sistema de normas y de relaciones comerciales [4]. Frente a esta iniciativa, el Kremlin puso por delante la Unión euroasiática, de la que Ucrania debía ser el elemento clave [5]. Rusia se inquietó de que estos países, con los que vivió una historia común, se acercaran, en el terreno estratégico, a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y se fundieran económicamente en el molde de la Unión Europea. Es por lo que, al mismo tiempo, reivindicó una»zona de intereses privilegiados«, que los europeos y los Estados Unidos rehusaron reconocer. Vecino oriental de la Unión Europea y»extranjero cercano" de Rusia, Ucrania se encuentra sumida en un tormento geopolítico que ha despertado las polaridades territoriales este-oeste.

Bajo la presión de un desastre

Esta lucha por la influencia ha allanado el camino de una crisis cuya exaltación condujo a la guerra de Donbás. Los peldaños de la escalada son hoy difíciles de volver a bajar. Si europeos y americanos guardan en la cabeza el acto de fuerza de la anexión de Crimea, el 16 de marzo de 2014 —que activó la primera ola de sanciones—, Moscú considera que el punto de no retorno se remonta al cambio de régimen del 23 de febrero de 2014. Dos días antes, gracias a la mediación de los europeos y en presencia de un representante de Rusia, un documento de salida de la crisis fue firmado por Víctor Yanukóvich y los jefes de la oposición ucrania. Previendo, de forma especial, un regreso a un régimen parlamentario así como a unas elecciones presidenciales anticipadas, el acuerdo fue firmado por los ministros de Relaciones Exteriores alemán y polaco, Frank-Walter Steinmeier y Radoslav Sikorski, respectivamente. Sin embargo, al día siguiente, Yanukóvich se refugió en Rusia y el 23 de febrero, es Alexandr Turchínov, el presidente de la Rada (Parlamento ucranio) quien es nombrado presidente interino. Rusia reprocha a los fiadores europeos el acuerdo del 21 de febrero, no sólo de haber renunciado a su puesta en práctica, si no igualmente de haber apoyado el golpe de Estado.

Europeos y americanos conservan en la cabeza el acto de fuerza de la anexión de Crimea, el 16 de marzo de 2014.

La crisis conoció un giro decisivo el 17 de julio siguiente cuando un avión civil de la Malaisia Airlines fue abatido sobre Donbás: este drama provocó una nueva ola de sanciones, afectando esta vez a la economía rusa. En agosto, los refuerzos de «voluntarios» y la asistencia rusa salvan a los separatistas de Donbás de un desastre militar que parecía inevitable. El éxito de la contraofensiva llevada después por los insurgentes de las repúblicas populares de Donetsk (DNR) y de Lugansk (LNR) condujo a las partes a reunirse en la capital bieolorrusa y a adoptar, el 5 de septiembre de 2014, los primeros acuerdos de Minsk. Pero las hostilidades no se habían enfriado, ninguno de los campos obtuvo satisfacción: una zona albergando cinco millones de ucranios, escapaba de la autoridad de Kiev y los territorios rebeldes no tenían futuro económico por falta del acceso al puerto de Mariúpol, en el mar de Azov, o del control del nudo ferroviario de Debáltsevo, situado a medio camino de Donetsk y de Lugansk [6]. La ausencia de un control real de los acuerdos permitió la reanudación de los combates, que se intensificaron alrededor de estos puntos neurálgicos así como sobre el aeropuerto de Donetsk.

Minsk 2 es el producto de los temores europeos tanto a un conflicto mayor en el continente, como al desmoronamiento militar, político y económico de la frontera en la que se encuentra Ucrania. Bajo la presión del desastre prometido en Debáltsevo, donde estaban cercados entre 6.000 y 8.000 soldados ucranios en el momento de las negociaciones, el presidente Poroshenko tenía la opción entre seguir perdiendo la guerra o firmar el documento. En las horas que siguieron, el Fondo Monetario Internacional (FMI) desbloqueaba una nueva ayuda de 17.500 millones de dólares. Para Rusia, Minsk 2 fue la ocasión de ver reconocida la ruptura de Ucrania a lo largo de la línea de alto el fuego y de aparecer como el único actor capaz de hacer aceptar un arreglo a los rebeldes. Al poder modificar permanentemente el equilibrio de fuerzas sobre el terreno y al obtener un status especial para las regiones orientales, Moscú se asegura mantener un pie en la puerta para evitar que Ucrania no se alíe a la OTAN, como en los «conflictos congelados» de Transniédster y Georgia.

El primer objetivo de los acuerdos debe imponer —con el más grande de los escepticismos— una interrupción de los combates. Lo que no podría durar más que con la retirada de la artillería pesada. La distancia del retroceso debe medirse a partir de la línea del frente del 10 de febrero de 2015 para la armada ucrania, y la del 19 de septiembre para los rebeldes. La verificación de la realidad del alto el fuego y de la retirada del armamento pesado debe asegugarse por los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), cuyos efectivos han pasado de 250 a 350 personas. Las posibilidades de éxito de Minsk 2 siguen siendo limitadas en la medida en que ninguno de los beligerantes ha logrado sus objetivos: Kiev no ha conseguido reinstaurar la soberanía en los territorios en manos de los separatistas; los rebeldes no han logrado consolidar una influencia territorial suficiente que pudiera corresponder a los óblasts (regiones) de Donetsk y de Lugansk, necesaria para el apoyo de sus reivindicaciones independentistas. De ahí el temor, apenas firmados los acuerdos, de nuevos combates de gran intensidad alrededor de Mariúpol.

Ucrania se encuentra sumida en un tormento geopolítico que ha despertado las polaridades territoriales este-oeste.

Los acuerdos pecan, además, de disposiciones difíciles de llevar a la práctica, concretamente sobre el terreno y por la debilidad de los mecanismos de control. El precio de la sangre es imposible de olvidar en los soldados que han combatido desde septiembre para defender o perder menos de 1.000 kilómetros cuadrados. La duración del alto el fuego constituye una incógnita, tanto más cuando no está prevista ninguna zona desmilitarizada en el documento. Éste tampoco contiene, además, medidas a favor del despliegue de una fuerza de interposición, cuya ´estructura habría conducido a un nuevo objeto de disensión entre rusos, ucranios, separatistas y europeos. La retirada de unidades extranjeras, de mercenarios y de «grupos ilegales» del territorio ucranio es muy difícil de llevar a la práctica y no se ha acompañado de ningún calendario. ¿Cómo podrá distinguir un observador de la OSCE a una rebelde de Donetsk de un «voluntario» ruso si los dos son completamente rusófonos? Encima, los batallones en cuyo seno sirven milicianos croatas, polacos o bálticos, de los que algunos son financiados por oligarcas, actúan en el terreno con el ejército ucranio, pero no obedecen más que de forma imperfecta a Kiev.

Por otra parte, Minsk 2 corre el riesgo de ser difícil de aceptar por la Rada, donde los diputados ucranios tienen hasta el 14 de marzo para adoptar una resolución sobre la delimitación de los territorios de Donbás afectados por un status especial [7]. Tal resolución fue votada el 16 de septiembre de 2014, pero nunca fue llevada a la práctica. En el marco de una descentralización que concedería a estos territorios una forma de autonomía lingüística, económica y de seguridad, este status permitiría la creación de sus propias fuerzas de policía. Sobre este punto, el diálogo se anuncia difícil, tanto entre los beligerantes como en el seno del Gobierno ucranio, donde los más belicosos, especialmente el primer ministro Arseni Yatseniuk y el ministro del Interior, Arsén Avákov, apelan todavía a una victoria completa sobre los separatistas. Desde la firma de Minsk 2 se han alzado numerosas voces para criticar el documento, en concreto las del jefe del partido del extrema derecha, Pravy Séktor (Sector de Derecha), Dmytro Yarosh, que declaró que no reconocía los acuerdos, y la del ministro de Asuntos Exteriores, Pavlo Klimkin, quien afirmó que, en ningún caso, Ucrania tenía la obligacion de realizar una reforma constitucional ni de conceder más autonomía a Donbás. Además, mientras que Poroshenko recordó, desde la adopción de Minsk 2, que la federalización de Ucrania no estaba en el orden del día, los insurgentes, por su lado, seguían reivindicando la independiencia.

Minsk 2 es el producto de los temores europeos tanto a un conflicto mayor en el continente, como al desmoronamiento militar, político y económico de la frontera en la que se encuentra Ucrania.

La emboscada de la cuestión del gas

A las dificultades de orden político vienen a añadirse los desafíos económicos. Ucrania se ha comprometido a tomar a su cargo la reconstrucción de las zonas destruidas por los combates y restablecer el pago de las prestaciones sociales, interrumpido a iniciativa de Poroshenko en noviembre de 2014. Tras una recesión del 8,2% y con una inflación del casi 25%, Ucrania tendrá un mal mayor al asumir esa carga.

Si el documento principal de los acuerdos de Minsk 2 reproduce, pues, numerosas imperfecciones de Minsk 1, la declaración común [8] que lo acompaña deja entrever algunos puntos positivos. Rusia, la Unión Europea y Ucrania se comprometen a trabajar en la cuestión del gas, que no dejará de plantearse de nuevo a partir del 1 de abril de 2015 y la expiración del «paquete de invierno» [9]. La salvación económica podría convertirse, entonces, en un terreno de acercamiento. Por otra parte, los europeos parecen tener en consideración las preocupaciones rusas nacidas de la firma de los acuerdos de librecambio entre la Unión Europea y Ucrania. El reconocimiento, en los puntos adicionales de Minsk 2, de la autodeterminación lingüística de una parte de Donbás y del derecho de estos territorios a desarrollar una cooperación con Rusia da testimonio, igualmente, de la construcción, tímida, de una solución política.

Podrá establecerse el alto el fuego si los batallones ucranios más radicales evitan las provocaciones y si Moscú consigue frenar las tentaciones separatistas de forzar su ventaja sobre el terreno. El respeto de los aspectos políticos del acuerdo implica sobre todo a Kiev. La Unión Europea podría presionar a la Rada para ayudar al presidente Poroshenko a poner en marcha un difícil proceso que corre el riesgo de colocarlo en una situación incómoda en relación a sus promesas electorales y a una parte de su Gobierno. Ausente de las negociaciones y tentado por la puja, Washington dispone de palancas en el Parlamento ucranio, especialmente por medio del primer ministro Yatseniuk y podría contribuir a la puesta en práctica de los acuerdos. Estas potencias estarían animadas por la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidad, presentada por Rusia y adoptada por unanimidad del 17 de febrero. Al pedir la plena aplicación de los acuerdos de Minsk, este texto reafirma su compromiso al «pleno respeto de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania!». Una manera discreta de ratificar, de facto, la anexión de Crimea. [10]

Igor Delanoë, Doctor en Historia, profesor del Colegio Universitario Francés de San Petersburgo.

[1En referencia al encuentro diplomático que tuvo lugar el 6 de junio de 2014 con los cuatro dirigentes al margen de las conmemoraciones del desembarco de Normandía.

[2Este acuerdo fue completado por un memorándum firmado el 19 de septiembre de 2014 por las mismas partes.

[3La puesta en marcha de una zona de librecambio entre Ucrania y la Unión Europea está prevista para el 31 de diciembre de 2015.

[4Leer Julien Vercueil, « Aux racines économiques du conflit ukrainien » [En las raíces económicas del conflicto ucranio], Le Monde diplomatique, julio de 2014.

[5Leer Jean Radvanyi, « Moscou entre jeux d’influence et démonstration de force », [Traducido en Ventana a Rusia: "Moscú, entre juegos de influencia y demostración de fuerza«, Le Monde diplomatique, mayo de 2014.

[6Leer Laurent Geslin y Sébastien Gobert, « Veillée d’armes au Donbass » [Vela de armas en Donbás], Le Monde diplomatique, diciembre de 2014.

[7Nota de la traducción: La discusión en la Rada sobre el status especial de Donetsk y Lugansk, tendrá lugar mañana martes, 17 de marzo, informa hoy en su web el diario ruso Kommesant.

[8Anexo II de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

[9Firmado a finales de octubre de 2014, este breve acuerdo del 1 de noviembre de 2014 al 31 de marzo de 2015. Ucrania paga por adelantado su consumo para el mes siguiente y se compromete a reembolsar a Rusia en torno a 3.000 millones atrasados de deuda.

[10Material original: Le Monde diplomatique, versión impresa en francés, páginas 1 y 21, marzo de 2015. Traducción: Ventana a Rusia.
Imagen: kommersant.ru.