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Los buenos, el bruto y Crimea

La obsesión antirrusa

«Con la anexión de Crimea al territorio ruso, ratificada por Putin el 18 de marzo, y las sanciones decretadas contra el Kremlin, la crisis ucrania ha tomado las dimensiones de un seísmo geopolítico. Comprender este conflicto implica integrar los puntos de vista divergentes de todos los actores. Pero, en las cancillerías occidentales, las proclamas morales suplantan a menudo al análisis.» [L’obsession antirusse, Le Monde diplomatique, abril de 2014.]

Un país bisagra entre Europa y Rusia
Ucrania, un país bisagra entre Europa y Rusia. Imagen: Le Monde diplomatique.

Estas últimas semanas, el tratamiento mediático de los acontecimientos en Ucrania ha proporcionado la confirmación de ello: para una parte de la diplomacia occidental, no revelan más que una asimetría entre los intereses y las percepciones de los actores cargados de razón, pero que, igualmente, constituyen enfrentamientos últimos entre el Bien y el Mal donde se juega el sentido de la historia.

Rusia se presta de maravilla a esta escenificación, que tiene el mérito de la ingenuidad. Para numerosos comentaristas, este Estado bárbaro gobernado por los cosacos tien, además, una semblanza semi-mongol, considerado como los epígonos del KGB, que traman complots en las sombras al servicio de zares neuróticos chapoteando en las heladas aguas del cálculo egoísta [1]. Recluidos, alejados de su época, estos autócratas desplazan lentamente los peones en grandes tableros de marfil en lugar de leer The Economist. De vez en cuando, se hunden en un submarino nuclear por el placer de contaminar el mar de Barents, esperando suscitar un referéndum ilegal en su "extranjero cercano" con el propósito de reconstruir la URSS.

Si se juntan los lugares comunes aparecidos sobre este tema en la prensa occidental —no sólo desde el inicio de la crisis ucraniana, sino desde hace quince años—, esta oleografía folclórica es, poco más o menos, lo que el lector corriente obtendrá de la política actual de la Federación Rusa. Esta percepción globalmente negativa, degenerando en la caricatura, proviene de una tradición bien asentada.

Unas veces se apoya en los análisis que subrayan la compulsión totalitaria y "falsa" de la cultura rusa [2], otras en la supuesta continuidad de Joseph Stalin y Vladímir Putin —un tema tratado por editorialistas franceses y thinks tanks neoconservadores americanos [3]. Encuentra su origen en los relatos de los viajeros europeos del Renacimiento que ya realizaban un acercamiento entre los rusos «bárbaros» y los esquivos escitas de la Antigüedad [4].

Los acontecimientos de Maidán en Kíev ofrecen un ejemplo de los inconvenientes analíticos que inducen a esta demonología. Dividida lingüística y culturalmente entre el Este y el Oeste, Ucrania no puede garantizar sus fronteras actuales más que manteniendo un eterno equilibrio entre Lviv y Donetsk, símbolos respectivos de su polo europeo y de su polo ruso.

Casar al uno o al otro sería para ella negar lo que la funda y, por tanto, en validar el mecanismo sin retorno de una división a lo checoeslovaca [5]. Es una eterna novia geopolítica.

Ucrania no sabría "escoger". Se contenta, pues, en hacerse ofrecer costosos anillos: 15 mil millones de dólares prometidos por Rusia en diciembre de 2013 y tres mil millones por la Unión Europea en el mismo momento para adjuntar al abortado acuerdo de asociación. Con cada pretendiente, acuerda seguros revocables: los acuerdos de Jarkóv que, en 2010, prolongaban hasta 2042 el alquiler a Rusia de la base naval de Sebastopol, o también el alquiler de tierras de labranza a los magnates de la agricultura europea. Reduciendo este ménage à trois geocultural a un matrimonio forzado con Moscú, los expertos que sucumben a lo que bien se puede denominar la obsesión antirusa muestran una grave insuficiencia analítica. Quienes reprochan a Putin el ceñirse al estrecho campo de la política de potencia, dan prueba de una hemiplegía no menos condenable, limitando su horizonte narrativo a la absorción liberadora de Ucrania en la comunidad euroatlántica.

Contrariamente a lo que se ha podido escribir, la ruptura de equilibrios internos de esta frágil nación no tuvo lugar el 27 de febrero de 2014, fecha de la toma del control del Parlamento y del gobierno de Crimera por hombres armados —un golpe teatro que sería la réplica de Putin a la huida del presidente ucranio Víctor Yanukóvich el 22 de febrero. En realidad, el viraje se realizó entre estos dos acontecimientos, precisamente el 23 de febrero, con la decisión absurda de los nuevos dirigentes de Ucrania de abolir el estatuto del ruso como segunda lengua oficial en las regiones del Este —un texto que, hasta ahora, el presidente interino ha rehusado firmar. ¿Se ha visto a un condenado al descuartizamiento azotar a los caballos?

Putin no podía soñar mejor que esta necedad para iniciar su maniobra crimeana. La insurrección que llevó a la caída de Yanukóvich (elegido en 2010), después a la salida de la Crimea rusófona del regazo de Kíev, no es sino la más reciente manifestación de la tragedia cultura innata a esta Bélgica oriental que es Ucrania.

En Donnetsk como en Simferópol, los ucranianos rusófonos son, en general, menos sensibles lo que no se le dice en la propaganda del gran hermano ruso: descifrarla con una ironía fatalista se ha convertido en una segunda naturaleza. Su aspiración a un verdadero Estado de derecho y al fin de la corrupción es la misma que la de sus conciudadanos de Galicia. Putin lo sabe. Pero el sabe también que estas poblaciones, que poseen su lengua, no cambiarían a Alexander Pushkin ni los recuerdos de la "Gran Guerra Patriótica" —nombre soviético de la Segunda Guerra Mundial— por una suscripción a La Regla del juego, revista de Bernard-Henri Lévy. En 2011, el 38% de los ucranianos hablaban ruso en casa. Ahora bien, la arriesgada y revanchista decisión del 23 de febrero ha hecho, repentinamente, verídico el discurso de Moscú: para el Este ucraniano, el problema no es que el nuevo gobierno del país haya llegado al poder derrocando al presidente elegido, sino más bien que su primera decisión haya sido la de hacer agachar la cabeza a la mitad de sus ciudadanos.

Fantasmas bipolares y novelas de espionaje

Sesenta años de tiranteces

Febrero de 1954: Nikita Jrushchov integró Crimea a Ucrania.

Agosto de 1991: Independencia.

Junio de 1993: Status especial de automomía para Ucrania.

21 de noviembre de 2004: Inicio de la "revolución naranja" que llevó a la presidencia a Víktor Yúshchenko.

Agosto de 2006: Víctor Yanukóvich se convierte en primer ministro de Yúshchenko.

Febrero de 2010: Yanukóvich es elegido presidente frente a Yulia Timoshenko.

21 de noviembre de 2013: Rechazo del acuerdo de asociación con la Unión Europea. Inicio de las manifestaciones en Kíev.

20 de febrero de 2014: Jornada sangrienta en Kíev.

21 de febrero: Acuerdo firmado entre Yanukóvich, la oposición y los ministros europeos.

22 de febrero: Fuga de Yanukóvich, que denuncia un «golpe de Estado».

23 de febrero: El Parlamento deroga la ley sobre las lenguas.

27 de febrero: Milicianos, secundados por soldados rusos sin emblemas, toman el control de Crimea.

16 de marzo: Referéndum en Crimea; 96,7% de votos por la integración a Rusia.

El mismo día que Maidán perdió Crimea, nadie ha olvidado nunca que había sido "ofrecida«por Nikita Kruchtchev a Ucrania en 1954 (leer la cronología»Sesenta años de tiranteces«). De ahí el comentario de Mijail Gorbachov el 17 de marzo tras el plebiscito por la población crimeana de una anexión a Rusia.»Si, entonces, Crimea se unió a Ucrania según las leyes soviéticas (…), sin pedir la opinión al pueblo, hoy este pueblo ha decidido corregir este error. Hay que aplaudirlo y no anunciar sanciones [6]." Estas palabras han causado el efecto de una ducha fría en Bruselas, donde se preparaban, en coordinación con Washington, una serie de represalias contra Moscú (restricciones del derecho de viajar y congelación de activos de responsables ucranianos y rusos).

Si lo que quiere Rusia no es justificable, sería interesante comprender sus causas antes de condenarla, tan necesario. Además de que Ucrania podría perder más que Crimea, si se arriesga al prolongado trato de la tan cortés Victoria Nuland [7], que la empuja a adherirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Algunos hombre fuertes del nuevo gobierno, donde se sientan cuatro ministros del partido ultranacionalista Svoboda [8] son adictos a esta idea.

Quizá sea el tiempo de desterrar la expresión "guerra fría«de los artículos consagrados a Rusia. Históricamente inoperante, este recurso sirve, sobre todo, para justificar la expresión pavloviana de los fantasmas bipolares recocidos. John McCain, antiguo candidato republicano a la Casa Blanca y reconocido experto internacional de Arizona, dió un notable ejemplo de ello fustigando a Putin»imperialista ruso y a apparatchik del KGB«envalentonado por la»debilidad«de Barack Obama. Quien, seguramente demasiado ocupado por el seguro de enfermedad de sus ciudadanos, no se da cuenta que»la agresión en Crimea (…) proporciona atrevimiento a otros agresores, desde los nacionalistas chinos a los terroristas de Al-Qaeda y a los teócratas iraníes" [9]. ¿Qué hacer? "Debemos rearmarnos moral e intelectualmente", responde el antiguo compañero de lista de Sara Palin, "para impedir que las tinieblas del mundo de Putin se abatan más sobre la humanidad." Discurso que, para denunciar a los teócratas, no abusa menos del registro teológico.

En Washington y en Bruselas, en un estilo parecido, parece ser entendido para soplar sobre las brasas de la crisis ucraniana a en lugar de apagarla. Alejada de estas exageraciones, la impávida Ángela Merkel telefonea (en ruso) a Putin. Estos dos hacen algo mejor que entenderse: se comprenden. ¿Son sus posiciones radicalmente opuestas? La consideran como la ocasión, no de insultarse, sino de dialogar y de negociar, paso a paso.

En Londres, París, o Washington, se relee las novelas de espionaje de Tom Clancy. En Berlín y en Moscú, capitales "frías" relacionadas por la economía, por la energía (40% del gas alemán es ruso) y por el recuerdo de la ordalía militar del frente del Este, los gobiernos consultan los mapas de una Mitteleuropa de la que sólo ellos, hoy, dominan verdaderamente las líneas de fuerza. Las duras palabras de la canciller con respecto a Moscú no la impiden percibir una parte de las razones objetivas del nerviosismo de Putin y, por otra parte, la realidad de sus capacidades de maniobra.

Merkel difiere en ello de Yanukóvich, que no ha comprendido gran cosa de la psicología de su "protector«.»Rusia debe actuar«, tronaba el exiliado el 28 de febrero.»Y, conociendo el carácter de Vladímir Putin, me pregunto por qué es tan reservado y por qué guarda silencio." El fondo del problema está ahí: el presidente ucraniano venido a menos actúa y habla sin cargarse de informaciones, sin tener en cuenta el largo plazo, sin preguntarse lo que piensan los ciudadanos de su país. No consigue entender a Putin, cuya marca de fábrica, bajo unas apariencias brutales, es saber hasta donde no ir demasiado lejos —contrariamente a Yanukóvich, pero también a los partidarios de la extensión infinita de la OTAN y de la Unión Europea.

El presidente ruso no jugó la carta militar más que indirectamente, a través de la infiltración disuasoria, sin uniformes, de tropas rusas en Crimea, combinada con maniobras fronterizas, para enseguida desplazar mejor su contraofensiva en el terreno de la controversia jurídica. Con el referéndum del 16 de marzo de 2014, la cuestión del separatismo de la península es en adelante un punto de derecho internacional sobre el que pesa la sombra jurisprudencial de Kosovo, pecado original que pone a los occidentales frente a sus propias contradicciones [10].

Dos pesos, dos medidas

La urgencia es tomar la medida de los equilibrios geopolíticos a largo plazo para dominar los "efectos de cambio". Dicho de otra manera, se trata de aceptar en pensar en la noción de interacción (Wechselwirkung), de la que el estratega Carl von Clausewitz hacía la señal de todos los duelos lógicos regulándose por la fuerza o por la amenaza de recurrir a ella. En la logomaquia occidental hay un pánico rechazo a las "variables inestables" [11] que denota una práctica diplomática reducida al estado de espasmo reflejo. Rusia considera que hay dos pesos, dos medidas en las relaciones internacionales. China posee un análisis parecido y se abstuvo durante la votación del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidad (ONU), el 16 de marzo, en una resolución condenando la política rusa en Crimea.

Afganistán en 2001, Irak en 2003, Libia en 2011, serían la obra altruista de las potencias visionarias a las que no habría que reprocharles más que una torpe fogosidad liberadora. Los otros actores, en cambio, no defenderían sus intereses más que al precio de agresiones condenables. Para François Hollande, el referéndum del 16 de marzo, sale de una "pseudo consulta, pues no es conforme al derecho interno ucraniano y al derecho internacional" (declaración del 17 de marzo). El 17 de febrero de 2008, nueve años después de una operación decidida sin el aval de la ONU, el parlamento kosovar albanés votaba la independencia de la provincia autónoma serbia de Kosovo, contra la voluntad de Belgrado, con el apoyo de Francia y de los Estados Unidos. Rusia, pero también España, rechazaron, y rechazan siempre, reconocer esta infracción del derecho internacional. Igual que… Ucrania.

Tres obras prioritarias aguardan a los ucranianos: el equilibrio geopolítico entre Rusia y Europa; la igualdad cultural y política entre los ciudadanos del Este y del Oeste; y el fin de la corrupción de las élites. Que sean "demócratas«o»prorrusas", se han sacado de las misma cajas, dirigiéndose a los mismos consejeros de comunicación [12]. A este precio, sólo se volverá "intangible" una integridad territorial que, a pesar de las afirmaciones de los diplomáticos de corta memoria, no es hoy más que la de la Checoeslovaquia en 1992, de Serbia en 1999 o del Sudán de 2011.

El desafío ucraniano no es externo, sino interno. Como lo señalaba el sociólogo Georges Simmel, "la frontera no es un hecho espacial que implica unas consecuencias sociológicas, sino un hecho sociológico que se expresa bajo una forma espacial" [13]. La cuestión no es saber si Putin es la reencarnación de Iván el Terrible, sino si las "élites" ucranianas se mostrarán a la altura de su papel y sabrán transformarse en ingenieros sociales para restablecer la unidad del un país plural. Ese día, lo que se debe desear, Ucrania merecerá al fin sus fronteras. [14]

Olivier Zajec, Investigador del Instituto de Estrategia Comparada (ISC), París..

[1Bernard-Henri Lévy, «El honor de los ucranianos» (en francés), Le Point, Paris, 27 de febrero de 2014.

[2Alain Besançon, Sainte Russie, Editions de Fallois, Paris, 2014.

[3Steven P. Bucci,Nile Gardiner et Luke Coffey, « Russia, the West, and Ukraine : Time for a strategy — not hope », Issue Brief, no 4159, The Heritage Foundation, Washington, DC, 4 mars 2014.

[4Cf. Stéphane Mund, Orbis Russiarum, Droz, Genève, 2003.

[5La "revolución de terciopelo" de 1989 condujo en 1992 a la escisión del Estado en dos entidades sobre una base etnolingüística.

[6Declaración a la agencia Interfax, 7 de marzo de 2014.

[7En el curso de una conversación telefónic con el embajador americano en Ucrania, hecha pública en febrero, las subsecretaria de Estado para Europa exclamó: "¡Que la den a la Unión Europea!".

[8Leer Emmanuel Dreyfus, « En Ukraine, les ultras du nationalisme », (En Ucrania, los ultras del nacionalismo) Le Monde diplomatique, marzo 2014.

[9John McCain, « Obama has made America look weak », The New York Times, 14 marzo de 2014.

[10Leer Jean-Arnault Dérens, « Indépendance du Kosovo, une bombe à retardement », (La independencia de Kososo, una bomba de relojería) Le Monde diplomatique, mars 2007.

[11Cf. los trabajos de Robert Kehoane sobre la importancia de las percepciones en la teoría de las relaciones internaciones.

[12El americano Paul Manafort aconsejó a Yanukóvich de 2004 a 2013. Anteriormente, había estado al servicio de Ronald Reagan, George W. Bush y de McCain. Cf. Alexander Burns et Maggie Haberman, « Mystery man : Ukraine’s US political fixer », Politico, 5 de marzo de 2014

[13Cf. Georg Simmel, « Soziologie des Raumes », en Jahrbuch für Gesetzgebung, Verwaltung und Volkswirtschaft, XXVII, Leipzig, 1903.

[14Material original: Le Monde diplomatique, versión impresa en francés, páginas, 1,4 y 5. Traducción del francés: Ventana a Rusia.