Para los rusos, Pushkin es uno de sus inmortales. Y para los pintores no lo es menos. Pero para ellos, la tarea es complicada: la documentación gráfica es extremadamente escasa. Sólo graciosos dibujos del propio poeta, garabatos en notas manuscritas y algunos retratos de su vida (tan diferentes a su vez). Y así ocurre: que cada pintor ve a Pushkin a su forma y manera (по-своему).
Lenin, Stalin, Yeltsin, Putin. Como si cerca de un siglo de historia rusa cupiera en cuatro nombres que, por añadidura, riman. Relatar esta travesía, marcada por siete decenios de comunismo y luego dos de poscomunismo, en 71 dibujos: había que estar loco para hacer frente a este desafío. Maxim Kántor posee esta locura que caracteriza a los grandes dibujantes y pintores, rusos y no rusos. Se puede o no compartir su visión demasiado negra de su país. Pero ¿cómo ser insensible a ello?